Aquí izamos la bandera de nuestras fauces,
la hojarasca nos saluda, las hormigas nos hacen compañía,
gusanos nos hacen coronas de estiércol en los dientes;
¿acaso escogimos el lodazal para verter más podredumbre?
(Es mediodía, el calor nos vuelve insoportables,
las luciérnagas están dormidas, nuestros ojos han desaparecido.)
¿Hacia dónde van nuestros huesos, hacia dónde van nuestros poros?
¿Qué brasas pueden besar el hijillo de nuestro abecedario?
Allá, el periódico se ha vuelto una letrina bien pagada.
─Ahora nos untamos de irrealidades, mañana nos lavamos la escoria.
Se acerca el crepúsculo y el fuego fatuo nos hace cómplices de la obsidiana;
de algún modo, las gallinas ciegas son malabares y las larvas nos pagan.
─Al fin y al cabo, incluso cuando se está muerto, se recibe un mal salario.
¿No lo crees así forense?
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