Te escribo para decirte que amanecí muy triste,
porque ayer te vi llorar hasta quedarte sin lágrimas.
Me siento mal, tuve el impulso de abrazarte,
mimarte, incluso hasta de besarte;
pero le tuve miedo a los truenos y al viento furioso
que aturdía mis lumbreras color verde.
Es cierto lo que mamá siempre me dice:
si te portas mal, las nubes llorarán
y el cielo se enfurecerá contigo.
Por eso, desde ahora, prometo ser un niño bueno
y comenzaré por regar a los árboles con tus lágrimas.
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