Entre luciérnaga y luciérnaga,
ella hace vibrar su voz como sirena;
canta con alegría junto a los grillos
y tiene un cabello tan largo como un río.
A ella le gusta sonar y jugar,
para alejar de su cuerpo toda maldad;
toca con entusiasmo la mandolina,
de ahí su nombre ocasional.
Pon atención cuando anochezca,
puede que ella monte su orquesta
y dé su espectáculo cristalino
para dormirte en su regazo de madera.
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