(Un poema no lo es
todo cuando las palabras gotean en silencio
y el esperma se
expande entre las fauces pétreas de la niebla.)
Nos arrastramos, al igual que un gusano con mil hormigas
sobre el lomo,
al igual que el crepúsculo cuando estúpidamente baja hasta
el ombligo.
Siempre carecemos de flores en el aliento, acaso porque hay
desiertos en la garganta;
de pronto, nos atacan los verbos como un enjambre de abejas
egipcias
y no tenemos más defensa que el paraguas a mano alzada de la
tinta.
Aunque la muerte nos ronde como polilla de prostíbulo,
aunque la tinta se vuelva más oscura con las huellas de los
muertos,
aunque la noche ande en cuclillas por los andenes
y los niños eleven sus piscuchas atávicas;
aquí, duerme y yace la nada. El insomnio ha colocado sus fichas.
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