(La misma fotografía
de siempre es revelada por el crepúsculo.)
─Llevamos horas de mercurio en la médula y los ojos incluso repican.
¿Acaso somos parte del ritual de las hojas o del invierno de
arena?
En los periódicos el duelo es la portada más acrílica y de
usanza,
los colores están más vivos, la sangre viste las baldosas
con sus lágrimas.
De nuevo en el sótano, nada más vos, yo y los despojos del
féretro ayer ultimado.
Quizá vengan a nosotros los estertores, los guijarros
lanzados al río,
mas aquí no cabe más que una porción: la herida caducante
del péndulo.
Siempre nos tratan de paria los espectros, estamos tan solos
y distantes,
separados de todo malestar, de toda saliva derramada sobre
el mar.
Somos, al fin y al cabo, otros muertos sin tumba, lotos negros sin paraíso.
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