Si la sed nos llama a contener el páramo dentro de una copa,
mientras por el cielo cruzan las caracolas con su matriz
entrecortada;
si vos te enciendes y te apagas en un ángulo obtusamente
agónico,
mientras de la ceniza sale el Sol con los ojos irritados y
finiquitados.
─Hay una golondrina vestida de alambres y piedras sombrías,
hay un tigre con una cosmovisión de gato atrapa luciérnagas
y una paloma que caga antónimos sobre gárgolas ausentes.
(En la marea, el sube
y baja de los carromatos de la brasa,
la bicicleta de los
héroes, los trenes a quemarropa de la nada.)
¿Hacia dónde las olas y su aliento de rapsoda oxidado?
De pronto, encontramos en ascuas al desorden en orden del
absurdo,
hablamos, porque no podíamos hacer otra cosa; en código
gótico,
vienen con estampilla incluida los estertores del horizonte.
Al final, supongo, que no habrá más camino que el extravío
y que nadie podrá santiguarse, sin antes haber consultado a la pestilencia.
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