Durante el invierno descubrimos pájaros fuera de sus nidos,
están amarrados de patas y alas; en su piel se desdibuja el
aliento.
─El granito coagula los gritos de un corazón cubierto por la
nada.
Las manecillas del reloj son caballos sin frenos. Hay
duendes en sus costillas,
hormigas que levantan su imperio en el pecho desangrado del
tiempo.
En el umbral, el rumor de una carretera marchita y portadora
de muerte.
A diario llenamos las botellas con la sal preñada de los
crepúsculos,
luego vaciamos la elegía en los calderos aún temblorosos del
poema;
a veces mentimos, mas la mentira se vuelve tan real como nuestra vida.
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