Vivo allá abajo, ahí donde el pasto germina en
libélulas
y el sótano come de cada uno de mis
estertores.
Tal vez me llamen polilla o termita de
sombras,
mi sombrero es un pozo de dedos infinitos,
un manjar de cementerios donde usted es mi
ahora, mi siempre.
Asimismo, canto canciones de acueductos
arruinados,
me hacen la segunda los grillos y me rodean
las luciérnagas.
No soy un espantapájaros, ni un arlequín con
una bola de cristal en el rostro,
soy el mar profundo, no de este mundo, soy ese
mar que no alcanza el hombre;
mis barbas alcanzan las mil millas de musgo y
mi bigote es un golfo de alelíes.
─¿Quieres viajar en mi barca? Pinta de un
color inexistente a tu alma,
luego ven a mí y te mostraré de donde proviene
este abecedario nórdico vehemente.
Es cierto, todavía no alcanzo a tocar el
pulgar del espejo
o los labios del estanque en el cual hoy te
bañas con polvo.
Dime amor, en qué mar navegarán tus hijos
cuando éste se vacíe,
cuando éste ya no hable más de pájaros y peces
sonrientes.
Al fin y al cabo, nada puede hacer un pedazo
de crisantemo,
mientras en el crepúsculo se siembren cipreses para enterrar al mundo.
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