Se alarga la noche,
como un puñado de lotos abiertos al deseo,
como una parvada de absurdos sobrevolando la náusea.
Camina sin más camino que el de los moluscos del relámpago,
gotea la soledad sobre los huacales paupérrimos del espejo.
¿A cuánto asciende la letanía del frío, la infamia de los
güistes?
Luego no habrá más camino que el de la saliva vacía del
manzano.
Siempre transita el aliento con el miedo a cuestas, se
arrastra su lengua
y lame del estercolero que va dejando por la vereda nuestro
tiempo.
A la par de un féretro, una vaca lame el vértigo de sus
cartografías;
mientras yo, lamo cada poro disuelto de la lluvia. ¡He muerto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario