Sobre mi mano: humea el absurdo del llanto y el solsticio de
la lágrima.
Es un sueño indiferente y nórdico, un sueño mórbido y torvo,
un reloj con agujas de niebla y esmalte en sus pétreas
entrañas;
el Sol brilla tan negro y sobre él se desliza el frío como
una serpiente de plástico.
Con pálpitos siniestros y guadañas crueles, sangra el río
árabe de las ojeras,
parece una dama arañando por dentro la piel de su tumba. ¡Y
ahora qué!
(Bajo la mirada desvanecida del amate, otra mirada forcejea
la bóveda del miedo.)
En las piedras reposa la polilla, es la culpable de que la
noche descienda hacia el abismo,
es la culpable de los cráneos despojados del raciocinio y de
mi sangre fría e hirviente.
¿Dónde está la brújula con los cinco puntos cardinales del
laberinto?
Sobre la gárgola, a punta de látigo es quebrantada la Luna; ya
no importa,
ya que en los periódicos, la antropofagia ha sobornado todos los espacios.
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