En una noche tétrica, las tarántulas se disfrazan de
luciérnagas.
Son la voz inhóspita que alivia los síntomas de la venganza
del espejo.
La verdad, no sé cuánto podré sostener este puchito de
símbolos
o esta respiración del follaje. ─Nada que pueda asombrarte, ¿nada?
Estoy a las puertas de masticar el suero envenenado del
calendario,
el alba tirita como un pingüino en manos del viento árido,
el reloj de musgo pasa a cada segundo la fuente vital del
mundo.
¿Te cubres la piel? Mas no la tristeza. Eres lo que quedó
del payaso,
tu sonrisa se la llevó la correntada. El invierno tiene el entrecejo
en desuso,
ya no experimentará más el galope de las piscuchas.
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