Quiero un amanecer con crisantemos fuera de las sombras,
uno donde el alambique y el molino de nixtamal sean dos
viejos alegres;
uno donde quepa la zozobra y se transforme en sublimes
alelíes.
(Siempre encontramos
pájaros bajo la agonía, bajo los trastos sucios de la deshora;
hay moscas en la sala
de espera, hay trapos desgarrados como el mismo arcoíris.)
Quiero llegar allá, allá donde los niños encumbran sus
sonrisas y mandan mensajitos de luz,
allá donde las marimbas están hechas de nubes y los violines
caminan seguros por el aire.
Déjenme morir para conocer a mi otro yo, ese yo alegre y
ausente, ese que se perdió aquí,
allá, ahí; ese que navegó dentro del agua cristalina del espejo, y bebió la libertad de la selva misma.
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