Al tocar con sus manos frías el pómulo del asfalto,
la sangre dibuja vergeles a su manera, dibuja el sueldo de
la primera plana,
mancha con sus voces entrecortadas el eco matutino de la
fosforescencia.
─Una mariposa de obsidiana abrió un crepúsculo en mi cabeza.
Mi mirada quedó ahí, petrificada, al igual que sus miembros
inmóviles;
una mirada paralelepípeda, me atisba, hundida en aquel fango
silencioso.
Siempre nos encontramos papeles y una que otra figura
geométrica lanzada a propósito a la vista de cualquier hormiga.
(Cuando ocurre lo
ocurrido, hasta los pájaros dejan su canto guardado dentro del sauce.)
Yo, libero mil odas para que la sangre encuentre el camino.
Usted, indiferente, como aquella golondrina que aún se baña en aguas difuntas.
Usted, indiferente, como aquella golondrina que aún se baña en aguas difuntas.
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