(En este pequeño
lugar, no cabe la Patria y sus tres paraísos.)
Lo dice la podredumbre al besar el manto acuífero de las
paredes.
Es enorme la distancia de aquí al diáfano sufrimiento del
desván,
hay clavos amargos en el plato aún tembloroso del tragaluz.
Tejemos a diario con la aguja esos andrajos en nuestros
ojos,
pero nos duele más el saber que los periódicos no cambian de
itinerario.
Los muertos hablan a espaldas del féretro; no sé si estoy
loco o muerto,
realmente a nadie le importa, ya que la indiferencia ha enterrado
sus propios pésames.
Destapamos a veces el blasón de la madrugada, viene manchado
de cenizas
y la libertad viene enlatada entre el moho encaprichado del
sometimiento.
¿Acaso tú, yo o ellos, tras la axila sudorosa del declive?
─Frente a mí, los laureles decapitados de los héroes y la
falsa corona de amor.
¿Existe algún sitio donde el coágulo sea la respuesta? Mañana lo sabremos.
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