Que me vio nacer,
que me vio sufrir
y que me vio jugando
en la aceras del morir.
Pueblo mío, pueblo tuyo:
pueblo de humilde gente,
pueblo de rosas
y pueblo de perlas preciosas.
Lugar donde el torogoz
aloja su mirada
en el despertar
de la madrugada.
Nidos de chiltotas solteras
y tabancos llenos de rábano,
pero de cualquier manera
son palomas jicameras.
Es mi orgullo mi terruño,
es mi felicidad, mi tristeza,
y aunque no es de la realeza,
tiene árboles de aceituno.
En mi tierra abundan:
las guacalchías y los zopes,
los vinos de caña
y los trapiches con maña.
Existen los juegos de bolos,
los juegos de naipes;
sustraen el dinero del amigo,
aunque el alcohol sea su enemigo.
El campo está lleno de harapos,
harapos harapientos en desgracia,
que viven de la misericordia
de Dios lleno de gracia.
Este lugar fue casa de Terremoto,
choza de sabios ancianos,
morada de gente de respeto
y hogar de Mauricio Vallejo.
Aquí se dice que existen los espantos,
los cadejos blancos,
y los ejecutivos que por ahí andan
vestidos de santos.
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