En aquel cuaderno todavía escucho el eco del día que fue testigo de mi liberación, se desangra con una oleada de canciones cada vez que lo abro; se pone el Sol en medio de aquellas nalgas, y la ventisca que proviene de los pinares, azota las praderas del barrio, el aumento de temperatura se eleva con el carbón de las llantas y los moscardones quieren comer más de lo que comen; los azacuanes no se hacen esperar y ocultan el cielo con sus plumas, se ha tornado más negro el cielo y al parecer la tormenta no quiere cesar; pero mi cuaderno sabe algo: sabe que la señal de alto es roja, sabe que los bonos son un regalo, sabe que la mayoría de hormigas se esfuerzan por pagar una tarifa, sabe que los dueños de las máquinas no les importa el sentir de los que sienten el golpe, sabe que muchas infracciones han quedado impunes, sabe que muchos cinturones sirven para amarrar la botella de Muñeco. Las alas del abecedario no se cansan de volar, atisban hacia abajo y golpean con fuerza sobre las nubes y el martillo de la justicia se pone a favor; la sala de los andenes se llena de cuervos, charlan sobre los negocios, pero no reflexionan de los efectos adversos; tras la pared del andamio, el loco se vuelve loco con las ganancias; sin embargo, no muestra la felicidad de la risa, que le causa el billete verde que esconde en los bolsillos del banco. Ahora el gobierno tiene la culpa, aunque siempre la ha tenido, pero no de todo la tiene; supongo que el imán metálico, es un ladrón más que está suelto en los andenes.
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