Insoslayable el abismo que transita en los párpados, coadyuvando con el sigilo de los pájaros, el suspiro de los azacuanes se hace presente en la lengua del buey muerto, aquel buey que apesta en las noticias del periódico, ese buey que se divierte con los calzones de la muerte; sin embargo, las veredas todavía acortan distancias en la vida y las carretas sirven de carrosa fúnebre; no hay duda, de que los retortijones están a la orden del día, los moscardones se pelean en el foro, decidiendo sobre el riel por donde transitará el tranvía. Ahora la discusión se ha tornado una pantalla de humo, una pantalla de hollín que desvía la atención del pueblo, y a la niebla que decide, se le han subido las monedas a la cabeza; el pueblo sufre y los elegidos se ganan la lotería: ¿qué está pasando conmigo?, ¿acaso me estoy volviendo loco en este mundo de locos?, ¿qué respondes tú?; tal vez, estés desorientado por tanto smog que tragamos a diario; pero sigamos respirando de las rosas metálicas, ya que no tenemos elección, mientras la tormenta de dióxido de carbono no cese. ¿Qué me dices, si nos ponemos el zapato y caminamos hacia una sociedad libre?, ¿sería hermoso verdad?; pero antes: hay que luchar contra los andenes del astronauta, contra las pantallas de humo del maldito televisor, contra el suelo corrupto de la obscuridad, contra la inconsciencia del sexo desmesurado, contra el discurso del abismo con muletillas, contra la mediocre educación que dan los que copiaron en clase, contra la no visión y los malos abruptos del fango de púas, que deambula en los dientes del lobo, y que se está aprovechando de las humildes ovejas. Tenemos al mejor guerrero de nuestro lado, utilicemos su compañía y conquistemos en estas tierras dispersas.
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