Vienen como rumor las astillas del fermento.
Salen encajonadas las polillas de la alfombra.
Duermen con tal sigilo las estrellas de la muerte.
Ahora,
frente a este escritorio apolillado de mis párpados:
las bandurrias rechinan tras la luz de la tinta,
se guarda el elixir de los días, bajo carne,
mientras el loco pone bajo su ojo una aguja
y abre un abismo donde sumerge su locura.
Es aquí donde lo antiguo hace su faena
y como sarcófago guarda el caldo en una cripta
hasta convertirlo en un alambique de sombras.
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