Es oscura la lápida de los caminos.
Es abstracta la noche en los cuadernos.
Es distinta la pluma que escurre en las venas.
Hay más de seis caminos hacia lo inevitable:
de modo que la flauta solloza crisantemos,
la brújula apolilla los intestinos del calendario,
el péndulo marca la hora de las polillas,
mientras el llanto atraviesa la sed del paraguas.
(Comienzo a creer en los rumores del precipicio.)
Es terrible cuando caminamos hacia el tropiezo
y luego hacia la horca de la herrumbre
o hacia el tizne que muele con sigilo el vértigo.
Muchos bejucos nos amarran al mástil de la Luna,
tal vez o quizá porque en la espesura, solo los espectros
nos aproximan al camino espinoso de las quimeras;
después de todo, solo en el inframundo:
observamos como gotea la luz
frente a las seis caras del tormento.
frente a las seis caras del tormento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario