¿Hacia dónde apuntan los hálitos con sus tiznes?
¿A qué rumbo nos atan las ballestas de los trenes?
La verdad no importa, solo hacia dónde nos dirige el vértigo
y hacia dónde hace revirar nuestros vendajes.
Aquí, mientras los trapiches se vuelven manicomios:
los dientes rechinan en la paladar del pavimento,
las gárgolas hablan de su sigilo y espera,
las lagunas laten como el corazón del pantano,
mientras la lanza de Don Quijote atraviesa el odre
y fantasea de ruiseñor frente a las bandurrias.
(Allí, hay una gangrena que atormenta las sienes.)
Es una locura el pensar que vivimos para dejar estelas,
aunque insepultos, los cuadernos tienden a ser ignorados;
tú y yo, sabemos de qué hablan las lagunas y los charcos.
(Allá, hay una garra que muerde el tabanco.)
Ya veo, los gusanos se alimentan de los canastos
y las manzanas tienden a tragarse el estiércol puñetero;
y vos, por obligación:
¿Te vas a tragar los güishtes de los comerciales?
Que al fin de cuentas,
no son más que letrinas vestidas de mármol
y Mesalinas con sabor a esfinges machacadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario