Y en la respiración, la misma jaula de los vagones.
(Rumor de trenes)
André Cruchaga
De niño, el pálpito de los tranvías, inmutables,
escondido tras la ergástula de los retablos.
Ahora frente a tanto cascajo de linternas:
el arcoíris juega a los malabares con el tizne,
las gaviotas vuelan y caen como plomo
en medio de huecos hechos de saliva;
es tarde y el crepúsculo entrega sus vagones
a la noche que contiene sus resuellos
para tan siquiera darle un aliento al desvelo.
Vuelvo y pienso en los aguijones del calendario.
Vuelvo y vivo en la brújula
como un horizonte inverosímil del trasiego.
Vuelvo y medito por encima del almanaque
y atisbo sobre la estela invisible de las polillas;
ahora dejo mi equipaje para otro y digo:
¿Dónde estará lo verde de mis campánulas?
¿Dónde? ¿Acaso en el traspatio de mis recuerdos
o en las cenizas del fénix que nunca salió del vértigo?
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