Desde qué algoritmos los puntos suspensivos.
Desde qué cardos los transitares del rescoldo.
Desde qué falditas los insomnios de los esqueletos.
Sigo como espía bajo este claustro de camelias
en la búsqueda del porqué de las vigilias
y del porqué de los mutilados meñiques.
Bajo aquel pasto de caminos resquebrajados:
yace la lluvia como ácido sobre los cráneos,
el fémur se retuerce y se agazapa como lémur,
mientras las caracolas tocan la flauta cadavérica
para que el otoño entre con su follaje irreconocible
y desuelle el noviembre de estertores cóncavos.
Ahora estas páginas ya convulsionan fetideces
y desorientan los puntos cardinales de la brújula.
para ajustar cuentas con la guadaña,
pero volví a caer en manos de la inmolada soledad.
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