Los moscardones nos rondan
y una abeja bebe de mi caldo transgénico,
tiene una metamorfosis
y luego deja atrás el almíbar por la mugre.
Atisbo desde aquí a los cuervos, picotean los bejucos.
Veo como las flores beben de los poros del hijillo.
(Como hiel el jarabe del que nos envenenamos.)
Observo como la sangrita hace polvo los pelitos
y pone bajo péndulos de guadaña al enjambre.
(Las dendritas luchan por salir de los barrancos.)
Encima del plato, la voz entrecortada de los tubérculos
y el cubierto se ríe de las rebanadas de herrumbre,
como si no fuera a podrirse en este pantano de hongos;
al fin de cuentas, todo polvo se alimenta de polvaredas.
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