A menudo la ergástula, se vuelve digresión de heridas.
Agazapado y fingido, el vendaje se rompe
y los fragmentos nos dirigen al sendero de las mantis.
(Hay más de una entrada y una salida en los insectos.)
De nuevo, la pesadumbre de los oídos apolillados de los zaguanes.
Escupo en la mejilla de los días y se confrontan los péndulos,
tal si fueran fetiches sangrando por los poros del demonio.
Las noches, ahora son de gangrenas, esquirlas del azogue.
Los estertores llenan las pampas de las calderas,
no hay tregua, salvo en el cosmos
donde la oscuridad es un lienzo sin tinieblas.
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