Todo parece apuntar al punto cardinal roto de
los violines.
Me lo contaron ayer, pulpos que en sus
ventosas tenían pequeños navíos,
parecían estíos y llantos empalmados con arena
de estrellas.
Por cada gota que retira su transparencia y disloca
su curso,
la niebla destruye o se aferra a mi espíritu,
aún violento,
aún delimitado por una franja aterciopelada de
vértigo.
─Quizá la meta era ocultar la sangre tras las
baldosas
o encubrir cualquier yarda de hiedra entre las
sábanas.
No sé qué hago aquí, mientras la lluvia se
lleva todo cuánto conozco;
únicamente tengo para ofrecerte este momento
tan patético.
(Antes
que la lejanía parta hacia el norte o sur, hacia el oriente o poniente:
quiero respirar
las hojas que obstruyen el paso de la sangre,
morder
hasta llegar por vez primera a la torva nada
y alimentarme del miedo por el cual no quieres volver a besarme.)
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