Yo sé del agua que surge,
del agua que surge cuando ondeas tus manos;
sé cuando lentamente das de beber a la noche,
mientras por tus cabellos se desliza la pura lágrima de mis
ojos patéticos.
Sobre el aliento, hay muchas olas y vértigos abiertos a la
luz del Sol;
¿en qué plato surfea la agonía cuando todo es completamente
inverosímil?
De nuevo hay choques eléctricos en mi piel de cobre,
corren entre mis vellos los caballos amputados de la
deshora;
qué más hay que decir: acaso la escritura es otra forma de
fallecer,
acaso usted sabe cuánto hay que descaminar para encontrar el
camino.
Quizá no tenga idea de cuántos cuadernos está compuesta la
vida;
mas usted y yo, sabemos de cuántos cipreses se compone el crepúsculo.
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