¡Tener aliento o no! Preguntémosle a la Luna
o bien a las viejas olas que juguetean sobre las rocas,
mientras la quietud arrulla en silencio al ígneo horizonte.
(Decir que sois niño o no. Es cuestión de sentarse y observarse,
aunque el reflejo no sea el mismo como lo fue hace veintiséis años.)
Hablar de luciérnagas y piscuchas de propulsión,
es tener la certeza de que lo invisible aún nos menciona
y nos musita a través de las paredes heridas del asombro.
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