En cada bocanada de viento, el mundo;
tan pervertido como una hoja sobre la herrumbre,
tan impreciso como un horizonte contando sus vértebras
mientras agoniza.
En cada grieta de mi memoria guardo el alba todavía virgen,
en cada letra beso el logaritmo y la simetría polvosa del
calendario.
Dime vos, cuánto silencio he de probar para luego vivir como
pájaro,
cuántas lápidas he de nombrar o contar hasta que la niebla
cambie de nombre.
─Encerrado tras los barrotes de un estanque, peces muerden
mi reflejo y se asfixian.
Hiedras rodean todo mi cuerpo, quizá sean las cadenas del
grito frío de la espuma.
Palabra de honor. He visto cómo burbujea la indiferencia
entre la crispada maleza.
Todavía me falta por encumbrarme a mí mismo; usted bebe mis insectos inasibles.
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