Ante el murmullo árido del espantapájaros sobre las horas,
las palabras no renovables recogidas de mi jardín trasero.
─Al verte me desgarras, no transcurres como las otras cosas,
no imitas ni desvaneces el crepúsculo inexplicable del velamen.
A veces un sombrero nos muestra lo que hay debajo del
estiércol,
la luna de hoy en día es una parábola ecuestre sobre nuestro
cáncer;
¿qué dirán de nosotros las estrellas mientras se trasladan
de recinto?
¿Acaso no tenemos alguna otra cosa que dañar? De nuevo
sobrevivo,
sobrevivo al ataque masivo de lechuzas. ─Bostezas antes que
los muertos.
(Pero dime: ¿cuándo me
sacarás de la cajita de efemérides?)
En realidad el tiempo me obligó a sepultarte junto al ciprés
numerado del insomnio.
En vez de eso, aún conservo los juguetes tradicionales insepultos,
aunque la carreta ácida del invierno quiera crispar mi última sonrisa.
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