Los días nos llenan de luto los troncos y los océanos.
(Ya tenemos nuestro
propio cementerio en las ojeras.)
¿En qué nariz cabe el hijillo de todo un país desangrado?
Ciertamente ciegos los epígrafes que vuelan y hacen fila
para tocar el arpa sombría.
De nada nos sirve hablar del aire si ya no lo respiramos. Él
nos respira como gotas de humo
y nos escupe a la velocidad del sonido hasta vernos
convertidos en pequeños naufragios.
De nuevo amanecimos con el alba abriendo grietas en nuestra memoria.
Ha puesto dinteles y no sé qué más para salvaguardar lo que
aún nos resta cristalino.
Tal vez el llanto del sauce no se detenga aunque pájaros pregonen
sus lágrimas.
Tal vez nosotros necesitemos un psicólogo o un nuevo rostro
para combatir la nostalgia.
Tal vez vosotros me deis un poco de vuestro ensueño
y borrar del todo las lacrimosas candelas que rodean mi féretro.
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