Soy como tú. Me arrastro bajo la piel melódica
de los cisnes,
he traído un sinfín de imágenes y las he pegado
una por una sobre el musgo.
Observo cada pluma entre la fragua, hablan de
sí mismas
y de las voces que han visto atravesar el
espejo de Odín o de Loki.
Dirás después que los versos que gorjean tras
mis dedos,
son olas irregulares que llevan a cuestas la
sangre olvidada de la nostalgia.
─He visto de pie a mi abuelo. Lo he visto
caminar libre por el vacío:
entre truenos, meteoritos y relámpagos
adornados con llamas marinas.
Quizá fantasee con todo este sueño o instante
real (para mí),
aunque para todos vosotros ya estén muertas
las bóvedas bicéfalas de la fábula.
Me escribo a mí mismo con cierto odio, pues no
sé si soy frío o fuego,
muerte o vida, árbol o piedra; el mañana dirá si
soy otro ramo de polvo y nada más.
¿Acaso mencioné que mis sueños son un legajo de lágrimas ocultas bajo usted?
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