¡No noto los pasos!, sí, no los escucho...
Continúo escribiendo palabras con sangre, sangre que viene del lugar del barco, barco que está a punto de hundirse en la carne, carne que fue comida y ahora no quiere pagar el precio del placer. Hay tristeza en los poros del embrión que se está haciendo hombre, no hay matrona que atienda este parto de error, no hay piedad para el hijo que ha de nacer; solamente pienso en el bisturí que cortará el ombligo sudoroso y acongojado de aquella matriz enloquecida por el plañir de sus ojos. Comió y bebió junto al hombre que la hizo mujer, pero no la valoró, así que ahora se quiere suicidar al abortar. ─ Dejo de pensar en el tren que llevará sus escombros hacia la penumbra de tierra, fingiendo que es su último viaje; que al fin y al cabo, este pecado no es la solución al tropiezo con la piedra maldita. La Luna se torno roja, roja de dolor, dolor por la manera de tratar a la sangre misma, sangre que ahora fue abortada por la maldición infernal. ¡No noto los pasos!, sí, no los escucho, se están desvaneciendo poco a poco, su corazón está dibujado en una piedra, una piedra donde los conejos no comen su zanahoria, zanahoria que ahora fue cortada por la espada que fue ordenada...
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