Finos los vocablos que penetran en el lado opuesto del pueblo...
Los dolores de parto se oyen en la cama clavada al piso cloacal, suelen a menudo afilar el lado romo de la espada, la clavan por la espalda y no hay cuenta que derrame clemencia por ti. Dentro de la funda se esconde la verdad, verdad de lápices, plumas, lapiceros, tinteros que derraman su sangre en el papel rayado a presencia del árbol más viejo. Finos los vocablos que penetran en el lado opuesto del pueblo, al final del día siempre encuentran una respuesta a su triste vida. En los tabancos de las aceras a menudo se notan semillas deshidratadas por las lágrimas del tiempo. En la verdad el río siempre es mar y el mar siempre es río, torrente que lleva toda putrefacción que consumimos a diario con nuestro paladar hendido por la Katana que destroza el esófago de los de siempre. La verdad existe en cada sábana colocada con paciencia sobre el dintel de cada edificio que no ha sido demolido por la dureza del destino que no podemos detener ahora fácilmente, porque este destino nos está destruyendo a traición por la misma mano del gigante que no sabe donde tiene puesto cada pie sobre este orbe que plañe en silencio y que sus lágrimas queman. La funda que esconde la espada es nuestro propio silencio guardado como si no estuviera pasando nada, dejamos pasar el vendaval aunque el cierzo nos golpee la sien, dejándonos a la intemperie del desierto que se hace más grande...
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