Los unicornios cabalgan junto al corcel que lleva al niño hacia su sueño profundo...
En medio de dinteles y blancos pensamientos, yacen los sueños que no pueden ser contados por el bebé, esta narcosis trae consigo solo guijarros llenos de destrucción corrosiva en el orbe, esparcidos por todos los ríos de la tierra. Acaso soñarán con túneles que llevan a otro nivel más humano, no sé, pero imagino que los vendavales vienen desde muy lejos y se detienen en medio del sueño infantil. Aquí mismo en el cerebelo del gato que vive en los tejados escabrosos de la vida, solemnemente se estampa el sonambulismo de los mundos perfectos, aquellos mundos en el que el peque quisiera vivir, sin contaminación, sin ruidos fantasmagóricos, sin espectros que se ocultan en medio de cloacas y calles de arenas movedizas. El cuarto se encuentra inmóvil dentro de la ilusión que le cuesta formarse encima del cascarón cerebral. Ya quizá nadie sueña con un mundo liberado, pero sé que los bebés lo hacen en silencio, tratan de no destruirse al salir de las nubes plomizas. Los unicornios cabalgan junto al corcel que lleva al niño hacia su sueño profundo, las hadas ocultan todos los males de la Caja de Pandora, los duendes preparan su cofre verde para guardarlo en medio de sus riquezas, las ninfas curan los desechos de los ríos, lagos, mares y todo caudal sobre la tierra, todo esto para que este niño sueñe con maravillas, que en realidad no existen sobre este pañuelo de lágrimas cenagosas...
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