Nunca creí en el humo de los puros...
Dejo la rosa blanca sin espinas,
deducía que las lámparas eran crueles,
los sollozos menores quedaron en ruinas,
pero sé que los acoge la sombra de los laureles.
Debajo de mis escombros léxicos,
encontrarán paz y meditación al unísono,
nunca creí en el humo de los puros,
ni en el agua ardiente en forma de veneno.
Erré alguna vez, pero me enmendé a tiempo,
escogí la escritura, la lectura, escogí un nuevo mundo,
escogí mi vida, aunque me llevara el féretro.
Todavía siento las consonantes y las vocales
en los poros salados del cuerpo mismo,
espero no tengas pensamientos estomacales.
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