¿Cómo se ha de sentir la Tierra? Cuando en su pubis penetra la lluvia ácida de las nubes pétreas, cuando las letrinas escupen al río más cercano, cuando el avión deja caer sus pestilencias, cuando las fábricas fuman en los países subdesarrollados, cuando la tos en las nubes se vuelve truenos asesinos, cuando los lagos cambian de color, cuando la primavera se vuelve desierto, cuando los glaciares se derriten desmesuradamente. Se arrastra por el cielo la voz de las nubes, los vientos cambian de cierzo a vendaval, los árboles sufren su sequía, los humanos lloran a la par de sus cultivos, los pájaros emigran y se hacen extintos en diferentes países. Como solloza la bóveda celeste, lo único que le queda sano es el arcoíris y el recuerdo de que una vez fue un mundo poblado de árboles gigantes. Algunos cenotes todavía guardan su cristalina agua, están ocultos en cada parte obscura, para no ser vistos por los ojos malditos del contaminante. Alguna vez tuve la sensación de estar en un mundo libre de contaminación, pero quizá fue un sueño fértil o tal vez fue el futuro tomando conciencia. Rara vez los cuentos se dan en un mundo contaminado, todo es fantasía, todo es color de rosa, que con un beso se arregla todo, ¿qué ironía no?, pero la triste realidad es esta, la que vivimos ahora, mañana y pasado; hasta que alguien se anime a tomar las riendas del carruaje de la liberación del polvo contaminado de este mundo.
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