En el estío llovía, caían ratas de la bóveda celeste y ella, se hizo presente como rosa de espinas furtivas, dejé que entrara en la escarcha de mi cuaderno: con sigilo, con certidumbre, con impaciencia; al principio pensaba que era una maldición, pero ahora pienso que es una antigua bendición. Junto a su lanza de caderas descanso, junto al vaivén de sus manos danzo, en medio de los senos dibujo un río sin cauce, entre sus muslos navego como cisne en su lago; me pierdo en las nalgas del insomnio, toco el piano con la lira de sus costillas; a veces destemplo el colmillo de la política con la piedra pómez de su río, desnudo al espejo enfrente del feudal, dejo sin dientes al porcino con la almádana del silabario. Esta visita ha sido como un tornado, perdurando como algo milenario, desangrando las yemas de los dedos para plasmar en cada línea del cuaderno razones; raciocinio para todo aquel que quiere saber más de la vida realista, solventando problemas que se piensan no tener solución; ésta que fluye en los poros del pensamiento humano, pero que se esconde del mal uso de sus armas poderosas. Prospero a cada momento: por la iluminación de sus figuras retóricas o por la sencilla libre expresión de las palomas poéticas, caminando como armadillo y abriendo agujeros en la metáfora de la ironía, escupiendo con sarcasmo en el andén de los espectros que pululan en el área de los corruptos, aplastando la hojarasca de la peste que yace en el fraude, trayendo a la luz los harapos que han sido robados por manos ciegas. Gracias Dios mío, por llevar esta visita a las puertas de mi humilde cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario