¡Qué cristales los que me atisban!,
dejando una caricia virtual cálida;
migajas en el cerebro del desván,
que me recuerdan la cama árida.
Mis labios secos te extrañan,
mis poros desean tu piel pálida;
extraños pensamientos que erran,
porque sin ti la vid, no tiene vida.
Te veo acostada en mi cama,
esperando los ecos de mi palma,
que a menudo acariciaban tu alma.
Sin ti, me siento en una seca rama,
donde sus espinas no tienen calma,
Dios mío, devuélveme a mi Alba.
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