A veces frente al espejo:
los vendavales oscurecidos de mi frente,
las nubes plomizas que atan mis dos córneas al espejismo
y las hojas que huyen de las ondas de mis pupilas.
Fuera de ahí:
las alondras que se posan en el candelabro,
las iguanas que corretean en el claustro de mis ojeras
y las tarántulas que se mecen en el columpio de mis pestañas.
En el frío retrato del estanque:
la mirada desteñida del espejo,
los cristales que se añaden al tizne
y los pétalos de cielo que flotan al unísono
con la figura quebrada del espectro.
Ya es tarde y las agujas se perforan solas,
el mar se deshace y el páramo se hace
como el refresco de atún de mi gato Félix.
Hoy en cada charco de la ergástula mayor:
el sufrimiento sonámbulo de la fotografía
y las lágrimas que salieron del retrato...
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