A menudo entre las espinas y la hojarasca:
la batalla de lo verosímil y lo inverosímil
que entre rocas, trincheras, solo pervive.
A veces el aroma del polen me embriaga,
¡no hay duda!, todo danza al ras del vértigo
y vos, agarrando náuseas del polvo amarillo.
Raras veces pregunto:
¿Cuándo habrá tregua para las pupilas?
¿Quién será el que salga triunfal de las púas?
No sé, pero tomo en cuenta lo escabroso
y lo inhóspito de los colmillos de la zarza.
Las náyades me dicen:
¡Qué ya es hora de morder el polvo
y de sacarle chozas a los matorrales de oro!
Lo sé, quizá uno de estos ocasos celebremos
y gocemos de una excelente Patria
en donde el alpiste sea la única bucólica
y el estiércol sirva de abono para el páramo.
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