Siempre es así, se escucha burbujear el lamento bajo el lodo.
Nosotros, aquí, bajo el cúmulo de avernos cocinados a fuego fatuo.
A veces nos es necesario descaminar el laberinto loco del mundo.
Busco entre las sábanas, entre los páramos, entre el olvidado tugurio:
ese sexo de luz e incandescencias, ese sexo de álamos y esfinges,
ese sexo donde el pájaro vierte su eco y enfría el alambique.
Hoy no quiero mencionar el nombre del grito y sus funerales.
Prefiero detener mi navío, pescar tu aliento con mis brumosos dedos
y esculpir cada mañana ese despertar tan lúbrico dentro de mi memoria.
Todavía arroyos rojos blancos áureos y cristalinos bajan por tus montes,
y no escollan, sino que fluyen entre tanta alga virgen y dispuesta.
Incluso guardo en mis cabellos esa voz tan tuya y centelleante;
tal vez me llamen sucio o antihigiénico, mas por eso me conservo intacto.
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