Frente a ustedes, la ilusión, la que no es mía ni será suya.
La que vivimos y dejamos morir en la isla de niebla.
Esa sed. La sed que viene bajando por las montañas
y llena de alhelíes, aún agoniza al pisar el pasto húmedo y
alucinógeno.
La hay bajo los puentes y bajo las nalgas ruborizadas de
los moluscos:
es tan ambiguo y monótono el paisaje árido que conservo en
mi sangre.
El anhelo se ha transformado en una escoba que barre todo
cuanto pensamos;
quizá no estemos en Salem o en Transilvania, pero incluso
aquí hay cerrazón,
incluso aquí donde el país nos absuelve de todos los
tropiezos con su nombre.
─¿Habrá diccionario donde se encuentre la respuesta al
mutismo?
Están llenos de arcanos nuestros dedos, así como de arcas
vacías nuestros ojos,
no basta con rellenarlos o mancharles con el vértigo o el
estertor del estío;
por cierto, en mi guitarra se alojan las viejas canciones
vestidas de polvo y musgo,
tañen tan vagas y distantes, que ya no resquebrajan ni palpan mi doble existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario