Si ayer fuimos zarza sembrada en la vid de las
sombras
y no teníamos más canto que el del lied
siniestro y abrupto.
Si ayer fuimos monstruos bajo el petate
y no teníamos más juguete que muñecas
descabezadas
y trenes amputados por tanta indiferencia del
sombrío.
Si ayer tuvimos en nuestras manos el aliento
y le dejamos ir entre calumnias y espumarajos
de desidia.
─¿Por qué ahora seguimos siendo la misma peña
fría y amarga?
Ahora caminamos a menudo entre el fango del
hechizo,
escondemos en nuestra maleta de viaje al
tropiezo
y a veces caemos en el precipicio de la duda
tras explorar la antropofagia.
─¿Quién juega a encender el fósforo dentro del
vientre de la caída
y sale ileso como gota derramada sobre el
aceite?
Escuchemos pues, y en cámara de juicio, reparemos nuestra locura.
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