Primero: Quitemos el fango para que el agua fluya.
Segundo: Desviemos el rocío hacia el pecho,
para que se desborde en lluvia el corazón.
Tercero: Sacudamos el polvo de nuestra memoria
y limpiemos con un paño las nubes que no convergen.
Cuarto: Dibujemos en el cielo nuestros sueños
y pintémoslos para que los pájaros noten el realismo.
Quinto: Guardemos un poco de oxígeno en un frasco,
llevemos un poco a los niños y sus piscuchas envenenadas.
Sexto: Agarrémonos de las manos del viento
y llevemos al lado nuestro la esperanza y los relámpagos.
Séptimo: Hagamos que cobren vida las piedras,
para que luego hablen de nosotros al silencio.
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