¿Te sientes orgulloso al arrojar por la
ventana el saco de podredumbre?
Aplaudes, como si la hazaña culminara diáfana
y llena de cosmovisión.
Les han crecido pestañas negras y líquidas a los
girasoles, de ellos cuelga lo hermético,
sobre ellos jinetea un chicle con su sombrero calcinado. Vos sabés de qué hablo.
Usted sabe que sin aire el aire no es aire.
Usted sabe que sin árbol el árbol no es árbol.
Usted sabe que sin agua el agua no es agua. De
pronto, ríe el asfalto hasta vomitar hormigas.
El cielo refleja nuestro retrato. Las nubes están
llenas de zopes, cuervos y saliva.
¿Hasta dónde llega este reguero que parece
irreal cuando se escribe?
Todo río es un río que ya no ríe. Todo mar es
un mar que camina en muletas.
Todo cielo es un cielo inexacto e invisible.
Les es burla todo lo que vivimos
e ignoran que bajo sus pies todo se está
pudriendo mientras tiene sexo el octanaje.
─No es lava, ni arena, es nuestro propio
cadáver arrastrado por la usura y la usanza.
Desde aquí, no puedo hacer nada para recoger vuestros
fragmentos caóticos;
tal vez si abro un archivero en cada poro y arroje
cada círculo de impureza,
algún día desentierren mis restos y encuentren aún vivos cada uno de sus despojos.
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