Cuando el aliento sopla sobre la herida del andamio,
mariposas de invierno danzan en la pupila del páramo.
Susurran como locas la begonia y la hojarasca en el calabozo.
Hay vendajes bajo el poro de la niebla. ¡Te fuiste! ¿Dónde estás?
¡Te espero! Aunque el eco venga desde muy lejos, te espero.
Siempre ato mi delirio al granito y al grillete del páramo,
camino como escorpión entre el pantano de la deshora;
jamás conocí zapato que protegiese de la borrasca,
ni ataúd que guardase del frío y del hambre desmesurada.
Algunos candados pasan a mi lado sin emitir alguna palabra.
Menguan los pájaros, como si la Luna compartió sus arcanos
y la noche compartió su negrura para abollar todo pantano.
Sigo sin despertar del sueño éste que pronuncia silencios sin cesar,
sigo en el camino sin poder dirigir mis pasos, sin poder entender
o comprender todo este vacío que tumba mis ojos con precisión.
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