¡Cuán grande es el gritar de la tormenta,
que como pájaro herido viene entre los árboles!
Sucede que entre tanto vaivén y lotos rojos,
la tierra llora sus heridas y brotan grandes jirones de neblina.
Pero, ¿cómo apagar la llaga que se expande como virus informático
y tiende a enmudecer los puentes antes alegres y reverdecidos?
¿Cómo extirpar el fuego fatuo que asedia nuestra vigilia?
A veces ni las piscuchas alegran los campos donde ahora ondulan
y se cosechan fosas sombrías al atardecer. ─Fuimos una vez lirios,
nos apoyó la pascua y los moluscos nos encendían sus faroles.
Tan solo con escuchar el tic tac del péndulo ─dice el frío─,
las persianas titilan su miedo como ciprés ahorcado por el universo.
Es casi imposible depender del aliento. Es casi imposible escucharte,
escucharte entre tanta carcajada de barro, entre tanto grillo obstruido.
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