En la faz del orbe estás. Sin embargo, estás acuchillada por...
Los vacíos espectros de la paz parecen deshojar la miseria del mendigo, los lamentos del pájaro ya no son por la lluvia; sino por el deseo de paz infinita, por la acogedora pieza de fortaleza, por el frenesí de la aurora hacia el horizonte. En la faz del orbe estás. Sin embargo, estás acuchillada por el filo del ratón, que poco a poco devora las migajas del queso que aun duele; los cisnes ya no son blancos sino negros, ya no viven en estanque sino en el traicionero puente de la codicia. Lloras porque en este tiempo nadie te pone atención, lloras porque los escudos ya no te protegen como antes, lloras porque los pecados capitales ya no son siete sino millones, que ahora en tu espalda cargas. La torre y la campana ya no gritan ¡paz! ¡paz! ¡paz! sino que gritan ¡bum! ¡bum! ¡bum! en cada pecho del inocente. La hipnosis del yugo atraviesa la carne de los bueyes y los campesinos que ahora muerden, solo cosechan muerte, porque debajo de sus tierras están las catacumbas no de Roma sino del sacrilegio de la paz. Miro el orbe que poco a poco decae en su guerra silenciosa inacabable y plañen mis ojos...
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