Ya te alejas dormida.
¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!
Federico García Lorca.
Tendidas sobre el petate estás, loca por la contraposición del orbe, soberbia la amenaza del silo que no comparte, desdichados los cuarteles que te toman el pelo. En la altura de los claveles, el menguante sigilo del búho, sollozando está la rueca, hilando la desmesurada ola del abismo, que entre colores vierte su sismo de pasión, en los días de tormento; pero esa no es la duda, sino, la marea que sube y baja; sube porque el árbol se endereza de raíz y baja porque al polvo desvencijado volvemos en forma de osamentas putrefactas. Al cabo de un tiempo volvemos a nacer en otra raíz, que se funde en el vientre de la plantación. Eterna cuna del olvido, viertes a los inmortales cristales de la vida. Sin embargo, el dolor del pecho del alma del ave siempre seguirá siendo dolor, dolor porque así es el castigo, dolor porque el clavo de la estaca siempre se oxida, dolor porque la masmorra del candil siempre arderá con el tiempo, dolor porque la clave de la vida siempre será los espasmos del águila en picada. Los ataúdes que ahora sonríen a la tierra, son peñascos que ahora en el orbe, ya no existen; sinceramente se han olvidado de las perlas que fluyen en el río. Las esmeraldas de las sanguijuelas son tormentos para los verdaderos seres humanos, que no buscan morir sino vivir en este mundo de epilepsia total...
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