Malditos los que invocan a la noche
para admirar tan sólo su negrura...
Teresa Domingo Catalá.
Ayer a oscuras me vi en la necesidad de parlar con las aves,
las escuché y di cuenta de que la oscuridad también me decía algo,
algo que yo sabía y que me ayudaría a desempolvar sus secretos,
las gafas que se peleaban con sus astros de carne solo gemían.
Las estrellas en lo alto parecían cerca,
la luna entorpecía a las flores de la zarza;
los gatos se peleaban con los puños de espinas,
los barcos de papel navegaban en el charco.
La dulzura de la miel de la abeja tiende
la mermelada del olor a incienso.
Construyendo minas de palomas están los opacos soles,
la melena del cocodrilo enciende los temblores del cisne.
Salarrué diría: la noche no da tregua a las carretas
de los caporales pasando sobre los túmulos del ayer;
yo le contestaría: la noche no desmaya ante el vuelo
del canario entre los tréboles del mundo bajo.
Caminando sobre los vestigios de la hojarasca,
tomé prestado un olivo ya desmembrado,
lo miré y me dije: la noche siempre tendrá tesoros,
tesoros que los poetas siempre hallarán;
y la noche siempre seguirá siendo, bendita noche...
No hay comentarios:
Publicar un comentario